domingo, 2 de noviembre de 2008

ÉL Y ELLA

A ella le gustaba él. A él le gustaba ella. Nadie sabe nada. Ni su entorno, ni ellos mismos. Él admiraba la forma en la que ella se bebía la vida. La respetaba sin que ella hiciera méritos para ello. Su no tener prejuicios hacía de ella una mujer. Se solía golpear la cabeza pensando en lo tonto que era pensando en ella cuando nadie le miraba. Ella le prometía algunas cosas a él. Luego se prometía las contrarias a sí misma. Nunca cumplió una mierda. Siempre estuvo en medio. En tierra de nadie. Cuando tenía dudas, echaba balones fuera mientras gritaba. En el fondo siempre supo que las dudas eran sobre sí misma. Ella, no sabía el nivel de implicación de él. Podía dejarle con el amor herido, y nunca más podría volverlo a usar. Debía ser prudente. No quería los tópicos románticos con él, no procedía. Nadie lo entendería. Para ella ese cliché ya estaba superado. Era mucho más. Menos cuando se sentía mal consigo misma. Ahí entonces no quería saber nada de nadie y volvía a dudar de si realmente lo necesitaba. Él a menudo se sentía dolido. Como un monigote de quita y pon para sus heridas ocasionales. Él no aguantaría un futuro que no tuviera su cara. Nunca más quería pensar en nadie tanto. Si no, se tendría que conformar, como otros tantos, con un apaño. Él dormía acurrucado sobre sí mismo, con el móvil en el pecho, esperando algo de alguna parte. La mayoría de las veces despertaba con el teléfono en el suelo y oliendo a ella de su penúltimo sueño. Enfrentándose a una monotonía que tiraba para atrás.

Un día, él y ella se besaron. Sus cuerpos implosionaron y nunca más de los jamases se volvió a saber nada. Metaforicamente hablando.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

El olor a coño vía bluetooth.

David Aames dijo...

No es mala. no lo habia pensado